El pasado 22 de abril se celebró por todo el mundo el Día Mundial de la Tierra, una efeméride ambiental en donde millones de personas realizan actividades en pro del cuidado del ambiente y en la promoción de un desarrollo sustentable. En este 2021, en el marco de esta celebración, se realizó una reunión cumbre sobre el cambio climático, promovida por el presidente de los Estados Unidos Joe Biden.

El presidente Biden se había puesto como meta, dentro de sus primeros 100 días de su mandato, activar la agenda mundial para trabajar en la mitigación del cambio climático, y la cumplió. La reunión cumbre logró convocar, de manera remota, a 40 líderes mundiales de los países que más generan Gases de Efecto Invernadero (GEIs) encabezados por China, Estados Unidos, Japón, Canadá, entre otros. Esta iniciativa del país más poderoso del mundo hace revivir las esperanzas por lograr un cambio de magnitud global para revertir los efectos del cambio climático que actualmente ya los estamos padeciendo, con las sequías prolongadas, destrucción de hábitats por los incendios forestales, aparición de nuevas enfermedades (como el COVID-19), entre otras catástrofes ambientales. Lo anterior representa oxígeno puro para el planeta (y para los que lo habitamos) después de una etapa oscura por la postura retrograda del expresidente Donal Trump.

Y para dejar claro al mundo que Estado Unidos está comprometido con esta iniciativa, el presidente Biden anunció que trabajará para reducir las emisiones de GEIs entre un 50 y un 52 % para el 2030. Otros líderes mundiales se sumaron a este compromiso como Japón, tercera economía del mundo, que se comprometió a reducir sus emisiones en un 46 % para el mismo periodo o Canadá que se comprometió a reducir su GEIs entre un 40 o un 45 % para el 2030. Lo mismo anunciaron los integrantes de la Unión Europea; bueno, hasta el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro que, aunque fijo una postura de “neutralidad de carbono”, sí se comprometió a eliminar la deforestación ilegal dentro de su país para el 2030. Pero como dicen por ahí, “De promesas y buenas intenciones están llenos los panteones” y habrá que ver en los siguientes años si estos países cumplen con sus promesas.

La participación de México, representado por el presidente Andres Manuel López Obrador, fue desafortunada y no estuvo a la altura de las otras naciones. Comenzó hablando de los nuevos yacimientos de petróleo que se han encontrado y sobre su estrategia para ya no exportar el crudo, y más bien producir gasolina para el consumo interno. Estamos seguros de que más de uno de los presentes en la cumbre se habrá movido, incomodo, en su silla. Terminó exponiendo su programa “Sembrando vida” como una experiencia exitosa y que compartía con el mundo para que se replicara por todos los rincones del planeta, como si no hubiese otras experiencias o movimientos similares con décadas de estar promoviendo este tipo de acciones como el de los Cinturones Verdes en África, que les hemos platicado en este espacio. Además, Sembrando Vida está operando con serias contradicciones, porque cada vez se está recabando más evidencia científica sobre el efecto negativo que ha tenido este programa en el aumento de las tasas de deforestación en las regiones donde se están implementando. Aún con lo anterior, esperamos que el grupo de asesores ambientales del presidente López Obrador lo puedan orientar para sumarse a este esfuerzo mundial que recién se revitaliza para salvar al planeta (y a nosotros mismos) y recuperar nuestro liderazgo en temas ambientales en la región.

Pues que quede el 22 de abril de 2021 como una fecha en donde las esperanzas de la humanidad se han revivido y como un referente en el futuro para mirar hacia atrás y evaluar lo alcanzado a partir de este día.

Hasta la Próxima.

Por: Rafael Villegas Patraca y Oscar Muñoz Jiménez

Twitter:

@villegas92

@osmuji72

@uspae_inecol

#CienciaEcoLogia