Minatitlán, Ver. — En un acto de amor que desgarra, Ángeles Amaro, una joven madre de apenas 18 años, pidió ser dada de alta del hospital de Cosoleacaque, donde era atendida por múltiples lesiones, solo para cumplir una promesa que el destino le arrancó en segundos: despedirse de su esposo y su pequeño hijo, ambos muertos tras un accidente vial.
La tragedia ha sacudido a Minatitlán y a todo el sur de Veracruz. El esposo de Ángeles, Juan Antonio Quino González, fue velado en su domicilio ubicado en la colonia El Mangal, una zona popular del municipio. Mientras tanto, su hijo, el pequeño Elian Eduardo Hernández Amaro, apenas un niño, fue despedido entre flores blancas y llanto en la comunidad rural de Capoacán, también perteneciente a Minatitlán. Dos despedidas separadas, pero unidas por el mismo dolor inconsolable.
Ángeles sufrió la fractura de clavícula y golpes en diversas partes del cuerpo. Sin embargo, el mayor de sus dolores no era físico. En su corazón, llevaba la urgencia de ver por última vez a quienes fueron su vida entera. Por eso decidió abandonar el hospital. Su cuerpo temblaba, pero su voluntad era firme.
En medio del velorio, frente a los féretros de sus seres amados, soltó unas palabras que desgarraron el alma de todos los presentes:
“Mis dos grandes amores, los amo demasiado. Me duele tanto haberlos perdido. Me quedo con todo lo bonito que pasamos juntos los tres… y con todo lo que ya no podremos vivir. Los voy a extrañar mucho, mis bebés.”
Las lágrimas no dejaron de caer. Vecinos de El Mangal y Capoacán llegaron para acompañarla, confundidos entre el duelo y la impotencia. La imagen de Ángeles, débil pero de pie, despidiéndose entre llanto y abrazos, ha quedado grabada en la memoria colectiva del municipio.
El accidente ocurrió hace apenas unos días, y el conductor del taxi involucrado permanece prófugo. Se presume que huyó del lugar tras provocar el fatal choque, dejando a una familia destrozada. Las autoridades mantienen abierta una investigación, pero hasta el momento no hay detenidos.
Oteapan fue testigo de la tragedia; Minatitlán, de la despedida. Hoy, en dos rincones distintos del mismo municipio, se lloran dos vidas que ya no están, mientras una madre intenta juntar los pedazos de un futuro que se quebró para siempre.
José Vargas