El viernes seis de enero, llegan los reyes magos, filántropos, astrónomos y exploradores. Quizás los hayas visto en postales, imágenes, estatuas y con más suerte en los parques o centros comerciales recibiendo cartas. Pintorescos y exóticos, con sus coronas y sus camellos, a veces, un caballo y un elefante.

Sabemos de ellos, lo que nos dice el evangelio de Mateo, que por cierto no incluye su número. Pero si nos dice que trajeron regalos de oro, incienso y mirra, y al ser tres regalos suponemos tres donantes.

En su relato, Mateo describe a los visitantes como magos, que, para esa época y lugar, tal palabra se refería al significado de "hombres sabios".

La iglesia los elevó al estatus de realeza, ya que antes se había profetizado que “los reyes visitarían al mesías” (Isaías 60 y el Salmo 72). En fin, la biblia es un libro interesante y grato de leer, pero no es un libro científico ni histórico.

Estas personas, según el cuento, habían llegado guiados por una estrella, lo que también no hace suponer que eran astrónomos, o astrólogos, ya que en ese entonces no había diferencia.

Claro, que la curiosidad científica se ha preguntado ¿Qué era lo que llaman “estrella de Belén”? Algunos estudiosos han postulado que en el año 7 a. C. hubo una triple conjunción, es decir, un fenómeno que ocurre cuando los planetas se alcanzan y se superponen sus trayectorias observables entre sí: una vista bastante dramática y luminosa de Júpiter y Saturno, en la constelación de Piscis. Estos tres elementos estaban relacionados en astrología con la realeza, el mesías y los judíos, respectivamente.

Pero no hay consenso, algunos astrónomos, no concuerdan con esta teoría y sugieren que la estrella que siguieron los sabios era una supernova, un cometa o quizás un meteoro. Tampoco hay evidencia firme para ninguno de estos fenómenos estelares. Señalan que las conjunciones son raras, pero no únicas, y se preguntan por qué no hubo emisarios a Israel en otras ocasiones. Quizás los hubo, solo que no tenemos este registro, porque nos enfocamos en el hecho del nacimiento de Jesús y su contexto.

Lo que sí sabemos es que, de haber sucedido, debió ser un fenómeno impresionante, ya que tuvo que observarse a simple vista. Recordemos que Galileo Galilei, inventó el primer telescopio 1610 años después. Convirtiendo, entonces, la observación de estrellas en una ciencia, ya que el método científico quizás comenzó a desarrollarse también con Galileo o muy cerca de su tiempo.

Tanto las personas que se dedican a la astronomía, desde investigadoras hasta aficionadas de fin de semana, con seguridad en estas fechas despertarán sus especulaciones sobre lo que podría haber sido la legendaria estrella de Belén.

Recordemos también la diferencia entre astrología y astronomía: los astrónomos son científicos que realmente no concuerdan para nada con los astrólogos. Incluso puede considerarse inapropiado preguntarle a alguien que se dedica a la ciencia llamada astronomía cuál es su signo zodiacal.

Incluso los escépticos pueden aceptar que una visita a Jerusalén y a Belén por parte de extranjeros que buscaban al mesías habría sido una buena historia que sería contada una y otra vez, y eventualmente se apegaría al nacimiento de Jesús. Porque en realidad era un evento muy esperado.

Mateo escribió su evangelio para lectores judíos, y la religión judía entonces era hostil a la astrología, así que lo de la “estrella guía” arriesgaba un poco su credibilidad y aun así lo escribió. Punto para Mateo.

Lo que si se sabe con certeza es la ciencia detrás de los regalos: el incienso y la mirra son formas de savia, que derivan de los árboles Boswellia sacra y Commiphora, respectivamente. En México se sustituyen en ocasiones por productos forestales nativos como el copal, de árboles de los géneros Bursera y Protium, o el ocote del pino moctezuma o pino chamaite (género Pinus).

En medio oriente, donde nació Jesús, a menudo se quemaba el incienso durante las fiestas religiosas, mientras que la mirra se ha convertido en parte de muchos perfumes. Según Simon Cotton para Chemistry World, en la época de los reyes magos, estos regalos valían tanto como el oro.

Actualmente se sabe que estos dos productos tienen más que cualidades aromáticas: también tienen beneficios medicinales.

Los compuestos de la mirra actúan sobre los receptores opioides del cerebro, de la misma manera que lo hace la morfina, lo que le confiere una capacidad analgésica. Mientras que, el ingrediente principal del incienso es el ácido boswélico, tiene una estructura similar a ciertas hormonas como la testosterona, funcionando como antiinflamatorios y antiartríticos. ¿Lo sabían los reyes magos?

Así que podemos deducir que los magos eran sabios, con buen gusto para los regalos y claro, ricos. Con mucho tiempo para observar el cielo. La estrella no debió ser una sorpresa: las conjunciones son predecibles. Actualmente con mayor precisión. En Internet, mediante una búsqueda simple puedes conocer las próximas.

Y aunque claro, no había internet antes de Cristo, los astrónomos hicieron observaciones cuidadosas sobre las cuales podrían hacer predicciones. Utilizaron teorías geocéntricas que tenían mucha incertidumbre por los errores sistémicos, pero que, funcionaron durante muchos siglos. Punto para Aristóteles y sus colegas.

Imagina cuanto tiempo estuvieron cavilando Melchor, Gaspar y Baltasar, si seguir o no seguir las predicciones. Meses y quizás años. Los puedes imaginar discutiendo y organizado la expedición: los aspectos prácticos, la financiación, las rutas y por último ¡Los regalos para el mesías!

En eso no se diferencian de los y las científicas modernas. Aceptar la duda metódica, planificar un proyecto, buscar dinero para pagarlo, enfrentarse al Conacyt y su papeleo, facturar correctamente la mirra, el incienso y el oro (quizás esto no), argumentar si las predicciones de su teoría eran realmente firmes o podrían tener alguna otra interpretación, y después de todo esto ¡Comenzar el viaje!

Estas tres personas, utilizaron su comprensión del universo para predecir lo que sucedería, trabajaron en equipo, investigaron sus predicciones, a pesar del costo, los problemas y las dificultades. Y a pesar de que pocos entendían lo que estaban buscando o si eso existiría al final de su viaje. Se encontraron con una persona dispuesta a financiar parte de su expedición, pero con fines poco éticos a quien debieron dejar atrás y ocultar sus hallazgos.

Toda esta situación es común y casi cualquier persona dedicada a la ciencia la puede reconocer e identificar como propia en algún momento de su carrera. Actualmente nos puede parecer fantástica y poco relacionada con la ciencia y eso es aún más increíble ¡Imagina lo que pensarán los científicos del año 4000 sobre la ciencia de hoy!

Entonces, si aún no has escrito tu carta, cuando te dirijas a estos reyes magos, filántropos, astrónomos y exploradores, que creyeron en sus teorías y enfrentaron las consecuencias, a pesar de los problemas, los gastos y el esfuerzo personal que esto implica. Pídeles que te compartan regalos que te ayuden a desarrollar tu científico o científica interior, quizás un libro, quizás algo para experimentar, quizás unas botas de campo y mucha convicción para seguir tu propia estrella.

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Gladis Yañez y Rodrigo López de Sábados en la Ciencia de la Universidad Veracruzana. 

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