Río Blanco, Ver.- La Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús recibió las reliquias de destacadas figuras de la fe católica como parte del Año Jubilar del Sagrado Corazón.
Cientos de fieles se congregaron en el templo para venerar las reliquias de Santa Margarita María Alacoque, San José María de Yermo y Parres, la Beata Concepción Cabrera de Armida y el Siervo de Dios Padre Moisés Lira Serafín.
El evento se realizó en el marco del 350 aniversario de la aparición solemne del Sagrado Corazón de Jesús, y estuvo acompañado por una misa especial de recibimiento y una jornada de exposición que se prolongó hasta las 20:00 horas.
Durante este tiempo, los devotos acudieron en oración para rendir homenaje a quienes hoy son considerados faros de fe, esperanza y entrega cristiana.
La llegada de estas reliquias se da en medio de las festividades patronales de la comunidad, las cuales han incluido actos culturales, procesiones y momentos de adoración eucarística, reafirmando el fervor que caracteriza a la feligresía de Río Blanco.
Más allá del simbolismo religioso, la presencia de estos vestigios sagrados invita a reflexionar sobre el papel de la espiritualidad en un entorno donde persisten la pobreza, la desigualdad y la pérdida de valores.
Para muchos, representan no solo una conexión con el legado de santos y beatos, sino un llamado a renovar el compromiso social y la fidelidad a Dios en tiempos de crisis.
Cada una de las figuras veneradas tiene un significado profundo:
Santa Margarita María Alacoque, mística francesa del siglo XVII, es considerada la gran promotora de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
San José María de Yermo y Parres, canonizado en el año 2000, dedicó su vida a los más necesitados, en especial pobres y enfermos en México.
La Beata Concepción Cabrera de Armida, laica y madre de familia, supo integrar la vida cotidiana con una profunda experiencia mística, inspirando diversas obras apostólicas.
El Padre Moisés Lira Serafín, originario de Tlaxcala, fundó a los Misioneros del Sagrado Corazón, con una misión centrada en la formación del laicado en regiones marginadas como esta.
Las reliquias, lejos de ser simples objetos de devoción, se convierten en símbolos vivos de una espiritualidad que no evade el sufrimiento humano, sino que lo transforma desde la fe activa y encarnada.
Juan José Enríquez