Hemos pasado 40 días preparándonos para celebrar los días medulares de nosotros los cristianos: La Semana Santa. Días que se nos otorgan como respeto a la libertad de credo en la mayor parte de lugares en el mundo, y donde se nos brinda la oportunidad de recoger nuestros pasos, nuestros pensamientos y adentrarnos en el triduo Pascual: Pasión, Muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
Los misterios que encierra la Semana Santa, si los aprovechamos, con seguridad nos sucederá lo mismo que a quienes le seguían aprendiendo sus palabras, pero a su muerte quedaron desconcertados, con dolor y miedo; y a la resurrección se sintieron victoriosos, como quien sabe que permanece del lado correcto y cierto, pues si aquél en quien ponemos nuestra fe es capaz hasta de vencer a la muerte, sabemos que con Él todo lo podemos.
Las profecías se cumplen, la Buena Nueva ya no es un futuro esperanzador, es una realidad que si aceptamos está al alcance de nuestros actos. Solo debemos amar, sabiendo que Cristo camina, vivo, junto a nosotros. No olvidemos: Jesús se sacrificó por amor, pasando por el martirio hasta la muerte y muerte de Cruz.
En cuanto a la vivencia, encontramos las devociones litúrgicas, es decir, obligadas para mantenernos cerca de la vivencia de fe, y las devociones populares, que se acogen tradicionalmente según las costumbres de los fieles.
Domingo de Ramos. La Eucaristía es obligada desde la procesión, y portar una palma o ramo es opcional, pero a los pequeños les ayuda y enriquece participar de las vivas a Cristo como Rey.
Lunes, martes y miércoles santos. Son días sin obligación litúrgica, donde las parroquias ofrecen diferentes catequesis para entender lo que vamos a vivir. Es muy recomendable tomarlas, para no caer en errores.
Jueves Santo. Da inicio el Triduo Santo y la Pasión de Jesús. Es obligada la celebración de la Eucaristía, pues este día se instituyó, durante la Última Cena, donde también instituyó Jesús el Sacramento del Orden Sacerdotal, por lo que se acostumbra felicitar a los sacerdotes y pedir por ellos. Durante esta Eucaristía se lleva a cabo la reproducción del lavatorio de pies. Al terminar la Eucaristía, estamos invitados a adorar a Jesús en el altar, como recordatorio de aquellos apóstoles a quienes el Señor invitó a acompañarlo en sus horas más amargas.
Viernes Santo. La meditación se centra en la crucifixión y muerte de Jesús por nosotros. Este día tiene la solemnidad de la Adoración de la Cruz, a través de la cual Cristo nos ha salvado. Son parte de la devoción popular el Via Crucis, que consiste en caminar un tramo largo por la mañana, recordando el camino al Calvario que recorrió Jesús. También se lleva a cabo la reflexión de las 7 palabras, que puede hacerse en el Templo o en familia, y en la noche algunas comunidades vuelven a caminar mediante la procesión del silencio, que rememora a quienes acompañaron a María, devastada de dolor por la muerte de su Hijo. También se acostumbra rezar el Rosario del pésame.
Sábado Santo. El cuerpo del Señor yace en el sepulcro. No se celebra misa, los altares están vacíos, las imágenes cubiertas. No hay celebraciones hasta la noche, donde más que obligados, anhelamos con ansias la Vigilia de Pascua, eucaristía excelsa donde nos sabemos amados, triunfantes y con el cielo abierto y listo para recibirnos si no dejamos que el pecado ensucie nuestra alma.
Lila Ortega Trápaga