Hoy se celebra el Día Internacional de los Voluntarios que fue decretado por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 17 de diciembre de 1985.
Hay tres características que nos hacen ser personas: inteligencia, libertad y voluntad. Cuando utilizamos las tres nuestros actos son plenamente los de una persona humana, cuando falla alguno, quedamos liberados de toda responsabilidad moral e incluso, en algunas ocasiones, penal.
La voluntad es el motor que nos mueve a hacer las cosas. Yo puedo saber lo que es bueno para mí, tengo la libertad para buscarlo, pero si me falta la voluntad para poner manos a la obra, entonces todo queda truncado.
Cuando celebramos el día de los voluntarios, celebramos a aquellas personas que han tomado como estilo de vida, como esencia de su personalidad, como parte de su cotidianidad el poder hacer algo por los demás, sea personas, animales, medio ambiente o alguna otra causa social.
Nuestro país ha dado muestra de que los mexicanos sabemos ser solidarios en los momentos en que los desastres naturales o alguna otra contingencia ha tocado a nuestras puertas. En la historia reciente, ante los sismos vividos en el país, no se borran de nuestra memoria las imágenes que mostraban a miles y miles de mexicanos, de distintas condiciones, lanzarse a las calles, hacia las zonas afectadas para ayudar. Lo mismo aquellos que desde distintas latitudes del país organizaron colectas para mandar la ayuda tan necesitada a los miles de damnificados.
No se diga el actuar de las fuerzas armadas, tanto de la Marina Armada de México, del Ejército Mexicano, de la Fuerza Aérea, la Policía Federal y los cuerpos de auxilio como Cruz Roja, Bomberos, Protección Civil y muchos más, que estuvieron prestos a acudir en auxilio de la población con sus planes y programa ante las contingencias. Más allá de su obligación institucional las fuerzas armadas siempre muestran el lado más humano de las instituciones al servicio de México.
El celebrar a los voluntarios debe ser motivo de reflexión de cada uno de nosotros, que nos debe animar a que cada uno de nosotros aporte lo mejor de sí, para acudir en ayuda de las personas en situación de vulnerabilidad, exclusión, marginación y miseria. No sólo se trata de dar bienes materiales, sino, sobre todo, es darnos nosotros mismos, con nuestro tiempo, atención, una palabra de aliento, consejo, consuelo, compañía, etc.
Va desde este especio nuestro reconocimiento, admiración y gratitud a todo el inmenso ejercito de voluntarios que hacen que nuestra nación sea más humana y generosa.
Por César M. Jiménez Martínez